"Acaso
una palabra" (Ruben Bonifaz Nuño)
1
Acaso
una palabra
tan sólo, sé decir: al despedirme,
lo más mío de mí se precipita
afuera, y busca y toma lo que amo.
Decir
adiós, hablar para perderte,
y saber que un instante,
el anudado instante en que lo digo,
puedo tenerte asida y te detengo.
Abro
luego las manos, quedas libre.
Y el corazón te grita que te quedes
y no lo entiendes. Nunca
lo pudiste entender. Estamos solos.
Hay
en todas las tardes una espina
extraña. Un soplo de ceniza ardiendo
tiembla en los corazones y las calles.
Es antes de la noche.
2
No
sé. Todas las noches te he soñado;
por eso sufriré todos los días.
No lo puedo evitar; tú lo decías:
no lo olvida el corazón cuando se ha dado.
En
el aire se mueve un desolado
olor a tiempo ausente. Las vacías
horas se van sin alma. ¿Lo sentías
al decirlo? No sé. Pero ha pasado.
Duermo:
pesa mi amor sobre la palma
de tus manos, seguro como nave
por la corriente en paz que la nivela.
O
la angustia de golpe me desarma;
barco sin playa soy, puerta sin llave,
soledad sin espejo: estoy en vela.
3
Te
lo habrá dicho ya: que nadie muere
de ausencia, que se olvida, que un lamento
se repara con otro, y es el viento
o la raya en el agua que se hiere.
Y
esta sed miserable que no quiere
perderte, acabará; y el pensamiento
por tanto tiempo tuyo, en un momento;
aunque hoy se aferre y grite y desespere.
Si
todo se ha de ir, ¿por qué llegaste?
¿Por qué, si no me quieres, me has querido?
¿Ma has curado tan sólo para herirme?
Así
fue; te tuviste y me dejaste;
nada me quedará: te he recibido
no más que para verte y despedirme…